Memes del Guajo

714) Fosa séptica

…y faltan los del Pan
Mejor cortar por lo sano
Antes que irnos a la fosa,
Estos hacen unas cosas
Que no hacen ni los marranos.

Mi fusca no tiene cachas
Pero todavía dispara,
Ya casi ni se les para
Y siguen tirando cua…

Mucha diarrea sanguinolenta en las jaurías del Prian. Por eso están afónicos de tanto ladrar.

De pechito
Bello mi Tamaulipas, lástima del escupitajo neoliberal.

Lo digo sin mucha prisa
Que la codicia nos harta,
Se van a llevar 2 cuartas
Pero de pura maciza.

Pan. Pri
Si agarras a besos a tus verdugos, es más respetable el verdugo que tu.

Los saqueadores trasnacionales jamás proseperarían si no hubiese traidores en casa. ¿Verdad CDV? PAN. Tam.

¿Qué le dijo un glúteo al otro? Entre nosotros hay un soplón.

El triste crea. El angustiado chilla.

Políticos corruptos tienen el corazón podrido: Papa Francisco… ¿Político corrupto? Es pleonasmo. Los políticos no tienen corazón, lo que tienen podrido es una herida al sur de la espalda.

… juntos haremos prehistoria.
No pretendas ser feliz, confórmate con llevar una tolerable infelicidad a cuestas: Mela Prieto.

Tienen el alma abrazada entre las asas intestinales.
Con qué entusiasmo, con qué gracia, con qué alegría, destrozaron a nuestra patria. Y todavía se ponen al ped…CDV. Tam.

Quiero hacerles rico-rico
Con estos versos tan tiesos,
Nos dejaron hechos queso
Y no cierran el hocico.

Llega un tipo bien borrachote a su casa y su esposa lo regaña:
-¡Dónde andabas, brutísimo animal!, ¡porqué llegas a estas horas! -Es que me robaron.
-¡Quién te robó!
– Una mujer. la muy méndiga tenía las pompis así de chiquitas y me cobró 5 mil pesos. Me robaron…

De tus caprichos fui un reo
Y tu que ni adiós dijiste,
Desde el día en que te fuiste
De plano ya no te veo.

No votes por el Pan, come frutas y verduras. Si tienes piojos no trates de combatirlos con gel de alcohol; si buenos son terribles (los bichos), imagínalos borrachos.

Dices que mi letra es coja
Y mi mal no tiene cura,
Si ahorita la tengo floja
De rato se pone dura

…la letra.

– Señor licenciado… disculpe, ¿no se ofende si le digo “licenciado?”
– En absoluto.
– Pues deberías de ofenderte, wey.

Si el recinto legislativo es el aparato digestivo del gobernador, ¿Qué le corresponde ser a la UAT?

PAN. Tam. CDV. Pasará a la historia, no por su carrera de bandido, sino por servir de apoyo al Guajo para divertir a sus lectores.
No aguantan la cuarta y todavía falta el geme (Heredia).

Un tipo con 170 kgs acude al médico.
– ¿Cuál es mi caso?
– El cazo de los chicharrones.

La Pilarica y polo Bello
De lo más distinguido que tenemos en Tamaulipas, síntomas patognomónicos del PAN. Quien no se sienta orgulloso de ellos, es un maldito renegado.

José Angel Solorio Martínez.
Quédate en casa.

Pero no la ingues: de perdido, échale un vistazo a un librito. Porque luego quieres contradecir al doctor Gatell y a AMLO con las tesis del Comandante Borolas y las aportaciones filosóficas de Chente Fox.

CDV, Tamaulipas, PAN
Sólo trajo sufrimiento
Y al pueblo le dio garrote,
Rogamos que con el tiempo
Se ponga a mascar barrote.

Nada como un río de sangre y varias toneladas de heces fecales para acumular una nauseabunda fortuna.

Lo grito por todo el orbe
Con el alma y con las tripas,
Mucho ayuda a Tamaulipas
Nomás con que ya no estorbe.

Marranás, el traidor
…los tamales ya están fríos, pero él sigue de caliente.
Si eres pobre y de derecha, no eres el producto mejor elaborado de la reacción: sólo un insalubre despojo.

Esta letra se las prendo
Porque al rato se me acaba,
Hasta el diablo vomitaba,
Cuando engendró tanto engendros.

Aborrezco los consejos
Pero les dejo esta cita,
Lo corrupto y lo…
Les juro que no se quita.


Sócrates
¿Tú crees que la estrategia panista de Cabeza en Tam para el 2021 sea tan exitosa como Frena y los Gobers Federalistas?

Un pelao dijo:
A puro pen… le da el virus.
Pero se enfermó y aclaró;
» Ya está agarrando parejo» 🤣😂

LA LUZ DE LO OCULTO
La voz del inconsciente es sutil
y no descansa hasta hacerse oír.
Sigmund Freud

MUJER:
A las 7:45 de la mañana entré a mi camioneta para dirigirme a casa. Acababa de salir de mi sesión de yoga, pero no cualquier yoga, no el yoga común que imparten en todos los gimnasios o centros especializados de México; el yoga que hago es Yoga Bikram. Se practica en un cuarto a una temperatura de 42 grados centígrados y con una humedad del 40%. Es impartido por expertos hindúes o de otros lugares. Se han de imaginar el estado de mi espíritu cuando me disponía a regresar a mi casa: relajación, paz, armonía conmigo misma, con Dios, con la Naturaleza, con el Cosmos. En tal estado manejé, abrí el portón eléctrico, acomodé la camioneta en la cochera, la apagué y, en el momento en que bajaba de ella, la vi. Se veía majestuosa, sentada afuera de la puerta principal de la casa; no pegada a la puerta, sino sentada en el segundo escalón del pasillo que da de la entrada a la cochera y a la salida; parecía la dueña del paso y, por lo tanto, también de la puerta. Me entró de súbito la sensación de que se encontraba totalmente adueñada de mi casa.
Lo primero que le vi fueron sus ojos, de un color amarillo mostaza; los vi tan grandes, con un brillo tan intenso (tal brillantez solo se ve en los colores de la naturaleza) que refulgían; su pupila era negrísima y más alargada que lo común. Pero lo más intenso fue lo que me trasmitió su mirada, que me decía: ―“No te acerques, ni te atrevas siquiera; es más: aléjate de inmediato”―.
Cuando pude llevar mi vista a otro lugar que no fueran sus ojos, entonces…, los vi a ellos también. No me fijé cuántos eran; no sé si dos, o cinco; solo sé que vi crías que amamantaba. Si su mirada me paralizó, todo el cuadro completo (la postura estirada, abierta, placentera, ofreciéndose a sus críos con la cabeza erguida, las orejas puntiagudas, toda ella poderosa) me hizo entrar en pánico y hui de mi casa.
Ya fuera en el refugio de la camioneta, me dije: ¿Qué hago? ¿Cómo entro? No me he bañado; tengo que ir al trabajo; tengo citas programadas, una serie de cosas… ¿Cómo entro? En esos días me hallaba sola. Mi hijo Leonardo — que vive conmigo — estaba fuera del país… ¿A quién pedirle ayuda? ¿Cómo entro? ¿Cómo entro? Algo tenía que hacer, y se me ocurrió ir a la caseta de vigilancia. Encontré al guardia, pero me sentí aliviada cuando vi el carro del policía de barrio, y más aliviada cuando me di cuenta de que el policía estaba adentro. Le dije:
― ¡Ay, Señor! ¿Me ayuda? ¿Sabe? Una gata callejera parió en la puerta de la casa, y no sé cómo entrar…Para que por favor se la lleve.
El guardia, muy cómodo, recostado en el asiento, con mirada sonriente (¿o era burlona?), me respondió:
―No, señora, no puedo ir. No tengo gasolina.
― ¿Cómo? — le pregunté —; su carro es su herramienta de trabajo ¿y no tiene gasolina?
Me contestó en el mismo tono (ya estaba segura de que era burlón):
―Pues aquí los colonos no me dan, y además mi trabajo no es recoger gatos callejeros.
Me puse furiosa y grité. No sé exactamente todo lo que le grité, pero estoy segura de que le dije:
― ¿Su trabajo no es auxiliar a una persona de la tercera edad?
No sé si contestó o no. Sólo recuerdo que, de regreso, pensaba: ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a entrar? ¿Cómo voy a entrar?
Cuando me volví a enfrentar a ella mi pánico era aún mayor. Tenía que actuar, no podía paralizarme. Mi agenda estaba saturada ese día. Enfrenté su mirada y creo que ella la mía. Caminé lentamente hacia la puerta sin apartar mi vista de sus ojos; podría decir que ellos me guiaban, y así logré entrar.
Rápido: baño, desayuno, ropa apropiada, cabello presentable… y de pronto, el timbre de la puerta. Era el policía de sonrisa burlona. No le abrí. ¿Cómo iba a hacerlo si estaba la gata? Por la ventana de la cocina le grité:
― ¿Sí? Dígame.
― ¿Esa es la gata? — preguntó.
―Si, por favor oficial, ¡lléveselos! — le supliqué.
Continué con lo mío. Ya estaba en la puerta para salir, cuando llegó el policía salvador. Pensé: Viene por la propina. Se la di y me dijo:
―Eran dos y uno ya iba muerto.
Día atareado, pero sin complicaciones. Por fin viernes, descansar, descansar y descansar. Y al llegar a la casa…La volví a ver. Ya no era la gata majestuosa; ahora era la gata salvaje, furiosa, que caminaba como un tigre de un lado a otro en la entrada de la cochera. ¡Chingada madre! ¿El policía se los llevó a cinco cuadras? ¿O qué? Pensé. ¡Pánico, otra vez! Mi segundo pensamiento fue: “Está furiosa conmigo; ¿Cómo no estarlo, si fui la causante de que perdiera a sus críos?”. El método ya no fue enfrentamiento visual. Ahora el método instintivo fue correr a la puerta. ¡Lo logré! Ya dentro el cansancio le ganó al pánico.
Sábado temprano. Primera acción: asomarme a la cochera, y ahí estaba caminando, con movimientos ágiles, desesperados. Su mirada había cambiado de retadora a amenazante. Sus ojos, igual de brillantes, se habían tornado de otro color. Ahora eran de un amarillo dorado. ¡Pánico total!
Solución:
Llamar al presidente de la juna de colonos, la mesa directiva me va a ayudar, lo hice:
―Señor, soy su vecina…………
Y le di toda la explicación.
―No sé cómo ayudarla, señora. Además, ¿qué le hace una pobre gatita?
¡Pendejo!, pensé. ¿Acaso no leyó “El gato negro”? Él ¿Qué sabe de la ira de los animales si nunca vivió en un rancho? ¡No sabe de lo que es capaz un animal para vengar a sus críos, ni conoce esas historias verdaderas de animales vengativos, que me contaban mi abuela y mis tías!
Otras Soluciones:
Organizaciones para adopción de animales. Requisitos: animal sano, con cartilla de vacunación, acicalado, etc.
Perrera Municipal, hoy llamada Dependencia de Bienestar Animal.
―Nosotros pasamos — respondió el hombre que me atendió.
― ¿Cuándo? — pregunté.
―Imposible saberlo, hay una larga lista de espera — contestó.
No podía salir. Estaba segura de que al abrir la puerta me iba a atacar y saltaría a mi cara con su furia y sus afiladas uñas. Como pude, me tranquilicé un poco. Traté de seguir mi rutina y solo me asomaba a la ventana, aproximadamente cada hora, a ver si seguía ahí. En la cuarta ocasión, ya no estaba. Escudriñé con la vista cada parte de la cochera y ya no estaba. Dejé pasar otro rato ―y volví a asomarme a la ventana―. No estaba; abrí la puerta, salí y no estaba …. Se fue.
GATA:
Soy una gata callejera. Literalmente, vivo en la calle. Así ha sido mi vida siempre y no ha sido tan mala. Llegué a esta zona, claro, vagando, y me quedé; consigo alimento en las basuras de las casas y cuando tengo suerte me alimentan las mujeres o los niños; encuentro refugio con facilidad; me defiendo muy bien; en fin, así vivo y he vivido. Pero hoy no me siento bien. Ya van a nacer mis críos y me faltan fuerzas; por suerte ya sé el lugar donde quiero recibirlos. Es en casa de esa mujer rara, que va y viene y anda siempre como ausente, nunca me ve, pero me gusta. De la zona es la única que me inspira confianza.
Llegué por fin. Fue penosa la travesía y me instalé. Llegaron sólo dos. ¿Por qué me sentía tan pesada? Estoy contenta e instalada. Llegó ella, no compartió mi alegría. Cuando llegó el hombre, ya solo tenía vivo a uno y nos llevó, no tan lejos. Tenía que salvarlo, al único, como pude. Ya con pocas fuerzas me lo llevé a donde lo quería dejar, con la mujer rara. Llegamos, lo acomodé debajo de un carro dentro de la cochera para que ningún extraño se lo llevara. He estado alerta cuidándolo una noche y casi un día completo. Él está bien y yo no…. Pero satisfecha, me fui.
MUJER:
¡Qué a gusto! Domingo rico, en la casa, sin pendientes y ya realizado el ejercicio matutino. Sentada en esos sillones cómodos que están en la pasada de la entrada, al lado de la cochera. Ya por fin libre del incidente de los días anteriores. ¿Qué pensarán de mí mis sobrinas Isabel y Marcela, las más fieles protectoras de animales, si supieran que le pedí a un policía que se llevara a una gata y a sus críos lejos de mí? ¿De que hablé a la Perrera Municipal por la misma razón? ¡Bah! Nunca se van a enterar. ¿Qué edad tendrán ahora? Isabel tendrá unos cuarenta años y Marcela alrededor de treinta y seis. Marcela es más grande que Alonso, mi hijo mayor, por dos años. Me acuerdo cuando nació Alonso, ¡que felicidad! ¡No lo podía creer, yo con mijo! ¡Qué hermoso momento! Y así fue todo el embarazo: de una dicha indescriptible. Dormía muy rico, comía delicioso, el sexo ¡guau!….. Sólo estaban esos gatos. Eran de la señora que nos rentaba el departamento de la planta alta; eran muchos, y yo tenía que pasar por el jardín, donde estaban todos diseminados, para subir. Los odiaba. Cuando el embarazo empezó no me molestaban en lo más mínimo, pero al tercer mes (creo que fue en ese tiempo), una compañera de trabajo me platicó que el contacto con los gatos durante el embarazo le ocasiona enfermedades al niño: Nacen tontitos o ciegos, me dijo. ¡Que susto! Consulté con el único veterinario que conocía y me dijo: Sí, el contacto con las heces o pelos de los gatos en las embarazadas puede ocasionar “toxoplasmosis”, que produce lesiones encefálicas y oculares en el feto. Será mejor que no se acerque a ellos, agregó. Desde ese día, y durante todo el embarazo, los odié. Me repugnaba su presencia, y atravesaba el jardín corriendo, para no verlos siquiera. Nunca lo platiqué con nadie y nunca lo volví a recordar hasta hoy….
… ¡Que claridad! ¡De que manera se da el milagro del entendimiento! Comprendí a la perfección la frase: “¿Qué le hace una pobre gatita?”, dicha por el presidente de la junta de colonos. Supe el porqué de la sonrisa burlona del policía. Pude simplemente alimentarlos, protegerlos y no lo hice. Y en ese momento de revelación, ¡lo escuché!, oí un maullido o, mejor dicho, un chillido intenso, no en su grado de volumen, sino en su grado de agudeza. El chillido salió debajo del carro no usado por varias semanas. Me asomé: era un gatito recién nacido. Mi brazo no alcanzó a tocarlo. Entonces le hablé: ¡Qué hermoso bebé! ¿Quién me trajo a esta preciosura? ¡Ven conmigo divino! Salió, se sentó en el sillón frente al mío. Traté de tocarle la cabecita, emitió un chillido agudísimo, arqueo el lomo y se le puso el pelo de punta. Entonces, le empecé a hablar, suavecito, tierno, quedito: ¡Pero mira que bonito estás! ¡Eres bien valiente y hermoso! ¿Te gustaría llamarte Valiente? Mi voz lo tranquilizó (supuse que era macho; después lo confirmó el veterinario). Rápidamente le di gotas de leche con un algodón. Al ver que tomaba bien, se la di en un tazoncito.
Creo que le gustó el nombre de Valiente, nuevo miembro de la casa. A preparar colchita para dormir, veterinario con vacunas, desparasitación, baño, croquetas… Y todos los días, al llegar a casa: ¿Dónde está mi Valiente? ¿Qué hiciste todo el día? ¡Vente a jugar conmigo! Él se enroscaba en mi pierna hasta que nos sentábamos a jugar.
A los tres meses le encontré un hogar inigualable con una chica dulce y amable de nombre Rocío, que adora a los gatos. Llevé a Valiente a su nueva casa, los vi juntos. Hasta se parecen, bromeé con Rocío. Se parecen en la mirada pícara y traviesa; y también en sus movimientos suaves y finos, continué. Los dejé felices a los dos.
Ya de regreso, se me vino a la mente un fragmento de ese hermoso poema de Amado Nervo: “Pero tuve miedo de amar con locura, de abrir mis heridas, que suelen sangrar, ¡Y no obstante toda mi sed de ternura, cerrando los ojos, la dejé pasar!”
FIN
Rita Enna Morales Ibarra

Gur bay

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